Cuando estaba pequeña, mi familia y yo solíamos ir adonde Chunguita, una señora muy querida por la familia, quien vivía en Olancho. Fue ahí donde se origina mi primera memoria de comida: spaghetti caliente, nadando en mantequilla (y se imaginan qué mantequilla). Los recuerdo calientitos, pero bañados en esa crema casi fría, sentada comiéndolos en la cabecera de una larga mesa de madera rústica enmedio de un lindo patio lleno de cactuses.
Desde que tengo recolección, me ha fascinado descubrir que más aparte de nuestro paladar hace que describamos una comida como deliciosa, de saber la historia detrás de nombres de platillos, y la historia de porqué el señor de la esquina cree que el arroz con pollo más rico es el que hace su suegra (es mentira, el más rico es el de mi abuela).